El periodismo ha sido históricamente objeto de intensos debates respecto a si se trata de un oficio o de una verdadera profesión. Esta discusión surge de las diferencias en la percepción de la labor periodística: por un lado, quienes la ven como una profesión destacan la importancia de la formación, la ética y la responsabilidad que conlleva informar de manera rigurosa; por otro, aquellos que la consideran un oficio señalan la habilidad práctica y la experiencia que se adquiere en el día a día.
Quienes defienden el carácter profesional del periodismo sostienen que la práctica informativa requiere años de formación especializada en redacción, investigación y ética, además de un compromiso ineludible con la veracidad. Desde esta perspectiva, el periodismo se concibe como una disciplina que ejerce una función social vital: la de garantizar la transparencia, vigilar a los poderes públicos y ofrecer a la ciudadanía información contrastada y contextualizada. Este enfoque promueve la existencia de códigos éticos, la formación académica y la profesionalización como pilares indispensables para mantener la credibilidad y la integridad del ejercicio periodístico.

En contraste, hay quienes argumentan que el periodismo se asemeja más a un oficio, una actividad que se aprende en el transcurso del trabajo y que se basa en habilidades prácticas y en la experiencia directa en el campo. Para estos, la creatividad, la adaptabilidad y la rapidez en la respuesta a los acontecimientos son elementos esenciales, y consideran que el conocimiento técnico se adquiere en el ambiente laboral más que en las aulas. Esta visión pone énfasis en la capacidad de los comunicadores para innovar y adaptarse a un entorno en constante cambio, especialmente en la era digital, donde la inmediatez y la accesibilidad han transformado radicalmente la forma de producir y consumir noticias.
El avance de la tecnología y la digitalización han añadido una capa de complejidad a este debate. Hoy en día, la facilidad para difundir información ha democratizado el acceso a la comunicación, permitiendo que cualquier persona pueda actuar como reportero en tiempo real. Sin embargo, este fenómeno también ha contribuido a la desdibujación de los estándares profesionales, generando una situación en la que la rapidez muchas veces se impone sobre la veracidad y el análisis profundo. La presión por publicar de inmediato, sumada a condiciones laborales precarias, ha llevado a que se cuestionen los límites entre el periodismo como oficio y como profesión.

Ante este escenario, revalorizar el periodismo implica reconocer la necesidad de equilibrar la habilidad práctica con un compromiso ético y formativo. Fortalecer los mecanismos de capacitación y garantizar condiciones laborales dignas son pasos fundamentales para asegurar que el ejercicio informativo cumpla su papel social sin sacrificar la calidad. En definitiva, el debate entre oficio y profesión invita a reflexionar sobre el rol del periodista en la sociedad y sobre la importancia de preservar la integridad de la información en un mundo cada vez más dinámico y desafiante.
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