Un día te levantas y te das cuenta de que eres un cabrón.
Sí, eres una buena persona, pero no tan buena para muchos. Eres lo que siempre has sido, un cordero vestido de lobo, un loco vestido de coherente o tú con tus muchos yos. Pero no puedes dejar de ser tu esencia.
Un día amaneces y asimilas lo que eres, en lo que te has convertido y lo que siempre has sido: puro cabrón.
Este post se escribió originalmente en El mío de mí, en mayo de 2014.