El amor es como una herida que, una vez hecha, nunca sana. Actúa como cualquier veneno, se va expandiendo dentro del cuerpo, sientes cómo va paralizando el corazón, los pulmones y el cosquilleo en el estómago.
El aletargamiento que deja en las extremidades y la necesidad que queda cuando sale del cuerpo. El ansia de sentirse bien y liberado, las caricias ausentes y la total dependencia de esa adicción, de ese veneno que siempre extrañas una vez probado.Cuando se es víctima de ese veneno -siempre sucederá- la vida pierde sentido, vale o no la pena vivir.
No hay medicamento para contrarrestar este veneno, la soledad sólo lo aisla pero queda la sensación de lo que hubo. Es como una inyección de heroína, de placer y de vida. Es también la locura de buscarlo y desearlo, de querer controlarlo sin poder, la histeria de no hallarlo y la psicosis de saber que está, pero no en nosotros.
Federico sabía que era víctima de picadura. No reconocía el momento de vulnerabilidad y se negaba aceptarlo. Su corazón había sido virgen. ¿Quién era la culpable? ¿cómo lo habían envenenado? ¿por qué lo había permitido?
Ahora moría. Siempre lo haría. Al menos hasta que aceptara que había amado. Y no estaba dispuesto a hacerlo. La siguiente de la lista: Domi. Y cómo le gustaba.