Escribir papers en tiempos pandemiales

Trabajo en una universidad y me fascina. Es la segunda institución educativa en la que trabajo. Lo mejor de este trabajo es la vitalidad de los chamacos. Lo segundo mejor es que cada vez que doy una clase aprendo algo nuevo del mismo tema.

Y, bueno, las lecciones que me dan mis chicos, pero eso es un cliché y algún día le dedicaré un post completo a lo que me han dejado.

Sin embargo, la labor docente viene con una cosa chula: la investigación (nótese el semisarcasmo). Voy a confesar que cuando entré a esto, no me imaginaba investigando. Además en mi cabeza la idea de un investigador era básicamente convertirme en un ratón de biblioteca.

Lo mío, lo mío, es la práctica y, si voy o tengo que investigar, lo hago de manera práctica con resultados inmediatos y sobre la marcha. Y he tenido mucho éxito con esos kitchen tests.

De hecho, empecé a dar clases porque había un gran hueco entre lo que me enseñaron en la universidad y a lo que me enfrenté en la vida real. Lo digo rápido y mal: la academia en mi rubro (la comunicación y los medios, al menos) no vive la realidad como se vive en realidad. Hay un gap impresionante y es donde quería aportar algo.

Pero una cosa es dar clases de asignatura y la otra es estar full time en una institución educativa que va creciendo en los rankings nacionales e internacionales y se está convirtiendo en eso: en un centro de investigación de relevancia internacional.

Los papers y esas cosas

Luego, me gusta estudiar, soy un ñoño y. si no tengo algo que aprender, me lo busco. En algún momento de mi niñez, la poco ortodoxa madre que tuve decidió que una excelente manera para que yo pasara mi verano era transcribiendo la Enciclopedia Británica. Pasé tres periodos vacacionales con el tema y solo llegué a la L.

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Tanto fue el trauma que en los albores de mi adultez me programaba 30 minutos al día para leer Wikipedia y luego ver a dónde me llevaba eso.

Empecé como periodista lite, de esos que cubren fiestas de ricos y famosos y poco después tuve una gran oportunidad para estar en CNNExpansion.com. Escribo para divulgación popular, y además me salía decentemente bien. Este fue mi primer éxito en internet.

Ahora, la divulgación e investigación académica, en muchos casos, me parece redundante. De entrada no soy alguien para aportar algo #PorqueAcademia, entonces si se me ocurre algo, tengo que hacer todo un retroceso y decir (por enésima ocasión) lo que alguien más dijo. Después lo contrapongo, pero sigo sin poder dar mi opinión. Después de al menos ocho páginas entonces ya expongo mi punto, en un párrafo, esperando que alguien lo lea. Sé que aún soy joven e imberbe en estos temas académicos, y algo tiene de divertido, pero me cuesta. Me cuesta harto.

Entonces, en diciembre me publicaron mi primer paper académico. Se siente muy bien, lo recomiendo.

El punto es que ahora estoy con otro dolor de cabeza llamado paper. Lo quiero escribir, pero el punto es contar cómo es que MediaLab (ese proyecto tan chulo que coordino junto con grandes talentos y mentes) fue innovador durante la pandemia.

Ya sé por dónde lo llevaré: la heutagogía –y aquí estoy yo aprendiendo otra vez– y dando marometas para que esto sea un hit. Este término que básicamente es la forma en la que los adultos aprenden porque aceptémoslo, los universitarios son adultos (complejísimos) aunque no queramos.

Así pues, la investigación radicará en demostrar si los niños han aprendido algo en estos más de 10 meses con nuestro no patentado pero sorprendente modelo educativo: ponte creativo, sorpréndeme, busca y aquí estamos nosotros para orientarte.

Eso, y las sabias palabras de Sugata Mitra que dicen que ya todo el conocimento está ahí, presente, y que los profesores debemos cambiar de ser transmitir el conocimiento memorizado, a fomentar la creatividad y guiar el conocimiento.

“Si los niños tienen interés, la educación simplemente sucede”.

Sugata Mitra