La primera miss que recuerdo era miss Karina, en prepri, pero no tengo una imagen de ella, solo su nombre. De ahí, brinco a Miss Ofelia, creo que iba en tercero de primaria, ella está presente por los traumas que le provocó a varios compañeros de bajo rendimiento. Tengo grabado cómo azotó a una compañera contra el pizarrón por no saber hacer algo.
Recuerdo al profesor Jorge que una vez, haciendo alarde de discreción, me pidió hablar con él terminando la clase. Me dijo que me había visto picarme la nariz y sacarme un moco, por respeto me lo decía en corto, pero era la última vez. Santo remedio para no picarme la nariz.
Los traumas de la secu
En la secundaria tuve varios especímenes: el de historia, que tenía cosas interesantes pero era gordo y los pantalones siempre le quedaban o de brincacharcos, o los arrastraba; el de biología, que tenía un aliento de dragón; y recuerdo con alegría a Isaac, el de física, que hizo que me gustaran las matemáticas y sus clases me parecían realmente fascinantes.
El profesor Medellín era el de química y lo recuerdo con mucho cariño, siempre tenía una palabra amable y cortés, una sonrisa, y una pelota de hai alai en la bolsa. Creemos que tenía un tórrido romance con la coordinadora de inglés, pero nunca lo pudimos comprobar.
En la secundaria conviví con “la licenciada”, que era la coordinadora y además daba materias de español. La lic era otro tremendo hígado y algo vulgar: mascaba chicle con la boca abierta y tenía una cadena con sus llaves que siempre enrollaba en su dedo. Parecía carcelera. Era amiga de Félix, el de geografía, que vestía muy bien, siempre, y era un ser muy letrado. Por el contrario, la hermana de Félix, que daba el taller de taquimecanografía, se parecía a Jabba, y generaba la misma sensación de asquito que el personaje de Star Wars.
En el ‘britinaco’, donde estudié, contrataron a un profesor de inglés de origen brasileño, que inspiró varios suspiros entre mis compañeras que lo bautizaron como “nalguitas Ameneiro”.
Los prepos
En la prepa ya llegaron los profes que influyeron de alguna u otra manera en mi vida. De hecho, en área cuatro teníamos un ‘catálogo’ y Christian, el de economía estaba en el top 1, aunque nunca estuve de acuerdo con eso pero, para mis amigos yuppies, él era digno de admiración: tenía 27 años, estaba terminando su maestría, trabajaba en la Secretaría de Energía y tenía un carrrazo. Pero sí, era un buen profesor.
Ahí, en la prepa, conocí al doctor Zagal quien, además de ser un gran profesor, me sirvió de guía e inspiración para cuando encontré mi veta docente. Él es, quizá el profesor, maestro y mentor que más ha influido en mi vida. El último año de la prepa mi mamá estaba en su último año de vida, y fue algo malo en muchos sentidos, pero el doc me acompañó en todo el proceso, y tremendo proceso que fue. El doc y yo tenemos más de 21 años de conocernos y hoy en día sigue cercano y hasta me atrevo decir que somos amigos. Él me acompañó a pedir la mano de mi esposa. Estuvo en mi boda, en los nacimientos de mis hijas y hoy, con la pandemia, nos hemos hecho más cercanos.
Bueno, la prepa fue un periodo oscuro que también me enseñó que así como hay maestros chingones, hay otros más bien dañaditos. Un profe, el de historia de México, no creía que mi mamá estaba desahuciada, y la hizo ir, para verla. La materia me gustaba, los contenidos también, y siempre fue un ñoño, pero él me mando a extraordinario, no una, si no dos veces. Y las dos saque 10 y no lo aceptaba.
El de matemáticas nos pidió de examen final que dibujáramos un payaso. El de ética era el director de la prepa y siempre fue cordial y atento, pero no pudo frenar al hijo de la chi de historia.
Ricardo, que me daba computación y me mostró el camino para otra de las cosas que más me gustan: los contenidos digitales. De hecho, él nos enseñó a hacer páginas de internet con geocities, de Yahoo!
Ora sí, la universidad
En Comunicación conocí a varios maestros que marcaron lo que hago, y quién soy, y son de hecho, modelos que sigo para ser maestro.
Tomo de Guillermo Tenorio la empatía y pasión por su tema para explicar y ligar ese conocimiento a la vida diaria.
De Íñigo Fernández la exigencia, cuidado por los detalles y sabiduría de la vida. Sus clases eran y por lo que sé, siguen siendo, rudas, por decir lo menos. Pero así es la vida, es ruda y hay que chingarle, y si lo haces, te va bien.
Manuel Alonso me enseñó que la experiencia es súper necesaria para enseñar. La teoría funciona bien, pero para que la teoría sea ejecutable debes haber experimentado, te tienes que equivocar y debes crearte una visión amplia.
Rodolfo Bermejo me enseñó qué hay que aprender en varios idiomas y de otras culturas, que formarse puede ser difícil, pero es peor no saber algo cuando deberías. Él me instruyó para tener un panorama amplio de opciones: eres comunicador, ahora conviértete en administrador. Él me abrió la puerta a una de las experiencias más trascedentes de mi vida, el IPADE.
Pero también tuve profes muy malos: tuvimos una de redacción, creo, que no sabía del tema, carecía de habilidades docentes y además hacia berrinches frente a nosotros. Tuvimos uno de foto, que era muy bueno y todavía nos capacitó para revelar fotos en cuarto rojo, pero vivía de su pasado y se negó rotundamente a enseñarnos a usar una cámara digital. A la profesora de sociología se le iban las cabras al monte, aunque aprendí que existen subculturas sociales. La de psicología era muy experimental y cada clase acaba el salón berreando o llorando. Otro profe solo nos aleccionó a usar PowerPoint y hacer presentaciones eficiencias, recuerdo solo el “let’s go shopping, papi”. Al otro que recuerdo le decíamos Pepe Grillo y nos adoctrinó en el uso de Flash y Dreamweaver.
De las maestrías
Cuando terminé la licenciatura no quise hacer tesis y la opción que tenía era hacer media maestría, así que me enrolé en la de Comunicación Institucional. Recuerdo tres profes: la que me mostró como interpretar los dibujos de los psicométricos y cómo hacer dibujos para que no fueran fácilmente deducibles.
Tuvimos al director de RRHH de Grupo Reforma entonces, pero no recuerdo mucho de su modulo, y otra profesora, que vivía unas telenovelas impresionantes cada semana en las que la persecución por sus investigaciones eran el tópico de la clase.
Iba a hacer una maestría en periodismo internacional, de hecho me aceptaron, pero fue en ese momento cuando Rodolfo me dijo que si iba a hacer una maestría, la hiciera en algo diferente, en algo que me permitiera ampliar mi horizonte, y así fue. Del MBA agradezco profundamente el acompañamiento de Ricardo Murcio, del Diablo, de Rafa y de Mario.
Mario, además de ser mi preceptor, me enseñó que para ser profesor se requiere de un fuerte componente de entretenimiento: tu trabajo es enseñar, pero para hacerlo bien y que sea trascendente, debes equilibrar entre ser un gran showman pero que no distraiga, que entretenga, pero sin que se convierta en chiste y que cada clase sea trascendente.
Una mención merece también Roberto Rivadeneyra que, en en el módulo de la especialidad que me dio clase, me impactó e inspiró mucho.
La última experiencia como alumno que tuve me mostró a otro profesor de que además de enseñarme mucho sobre manejo de crisis, me inspiró para cambiar algunas metodologías formatos de mis clases: Juan Andrés.