Stephen Hawking, Stephen Hawking,

Las lecciones del señor Hawking

En octubre de 2011 murió el señor Jobs y lo despidieron con bombo y platillo. El silencio se apoderó del mundo por unos instantes y Times Square se llenó de imágenes suyas. Su muerte me afectó de alguna manera pues, aunque acababa de leer su biografía y tenía sentimientos encontrados, en verdad revolucionó muchas de las formas y paradigmas del mundo.

Ayer Stephen Hawking, después de 50 años de pelea, o aceptación de una enfermedad que lo consumió, Hawking partió de la Tierra y si bien, Piccadilly Circus no guardó silencio, el mundo no ha tenido la misma reacción creo que vale la pena cerrar el círculo de un rockstar de la academia que, desde su trinchera, y con su mente, cambió nuestra cosmología general.

Y es que su inspiración va más allá de una película y una interpretación maravillosa. Su vida es un ejemplo de resiliencia, fortaleza y por decir lo menos de varias virtudes. No me interesa ponerlo como un santo, que bien no lo era, pero sí ofrecerle un homenaje más por su intervención en mi existencia.

Lección sobre la soberbia

Una de las cosas que más le aplaudo al señor Hawking fue su capacidad de desdecirse y evolucionar. Lección para nosotros los soberbios que, una vez que hicimos algo bien o conocemos una fórmula de algo, podemos caer en una suerte de confort que nos limita a aprender más y que nos ciega para avanzar. Lo he visto muy seguido, cuando la gente sabe hacer algo, quiere hacerlo siempre igual sin percatarse que aquello que le rodea está cambiando. O quizá, no cambia, pero en la primera observación, por más minuciosa que haya sido, es probable que no haya abarcado todo lo que podríamos tener.

Lección sobre el humor

Conozco muchos académicos que se han dedicado a repetir lo que otros académicos han dicho sin avanzar, proponer o hacer algo distinto. Si te apellidaras Hawking y tuvieras su IQ, podrías jactarte y tener esas caras largas que muchos doctores tienen, pero a diferencia de la tradición académica de togas, batas y o pisar el pastito de tu universidad, el señor Hawking se reía de sí mismo y de lo que le rodeaba. Estaba abierto a entender la simpleza de la vida para poder desenmarañar las complejidades del universo.

Lección sobre el ángulo de la vida

Un conocido mío sufre de una enfermedad similar a la de Hawking y ya dio su vida por clausurada. Regresó a vivir a casa de sus papás, vive encerrado en una habitación viendo Netflix y no encuentra propósito para vivir. Aunque no se trata de ELA, se trata de una enfermedad crónico degenerativa también que lo consumirá en los siguientes 20 años. Pero encerrado en su habitación, la prognosis es de menos cinco años. El señor Hawking pudo haber cambiado su vida y tirarse al piso para morir rápidamente y no lo hizo. Que si bien pudo haber optado por sufrir, decidió pensar, cambiar el mundo y vivir con su circunstancia.

Quizá no haya mucho más que pueda decir, por el momento del profesor, pero quiero imaginar que si pudo cambiar tantas vidas así, a distancia, cómo habría sido tomar una clase con él.

“He vivido con la perspectiva de una muerte prematura durante los últimos 49 años. No tengo miedo de la muerte, pero no tengo prisa a morir. Hay tanto qué quiero hacer primero…”